lunes, 5 de junio de 2017

Cáncer, cuando los tarijeños salen afuera para sobrevivir



El cáncer es una de las enfermedades que más acecha a los tarijeños, al menos así lo develan numerosos informes que ubican a Tarija entre los cuatro departamentos con más índices de este mal a nivel nacional; sin embargo la tierra andaluz no está preparada todavía para hacer frente a esta enfermedad.

El no tener un hospital oncológico, el hecho de que hasta el año pasado sólo se contaba con apenas cuatro oncólogos y el no tener especialistas de esta enfermedad en niños, dan un panorama de lo mal que se encuentra Tarija al respecto. De hecho, una investigación realizada por la Universidad Privada Domingo Savio revelaba que el 57% de los que padecen esta enfermedad hacen sus tratamientos fuera de este departamento. Sin embargo, cuando se habla con aquellas personas que luchan esta batalla, uno se da cuenta de que las cifras pueden ser mucho mayores.
“Lo que más duele es que cuando sales a otro departamento ves que hay diez pacientes con cáncer y de esos, ocho son de Tarija. Fui a Sucre para hacer mis radioterapias, a La Paz para que me hagan una cirugía y a Santa Cruz donde me hicieron las quimioterapias, y en todos esos lugares era igual. También fui a Salta y los médicos me decían qué increíble cómo gente de Tarija viene por problemas de cáncer”, afirma Giovanna Hoyos, una mujer que lucha aún contra este mal.
Giovana Hoyos Ayarde, tarijeña de nacimiento y con 48 años de edad, es madre de cuatro hijos, tres mujeres y un varón de 12 años. Profesora de profesión, cuenta que se vio obligada a jubilarse a temprana edad, para poder atender su salud. Aunque explica que antes de esto, pasó por malos momentos en el magisterio, porque el Gobierno y el colegio donde trabaja no entendían el problema que tenía.
Relata que pese a las bajas médicas que portaba para ir a realizarse las quimioterapias, la dirección de educación no le pagaba el reemplazo, razón por la cual ella se veía obligada a pagar por su cuenta a su sustituto, justo en la época que más gastos y preocupaciones tenía.
“Trabajé 29 años y 10 meses en el magisterio. Muchos años con varias satisfacciones, pero más en el área rural que en lo urbano”, recuerda. Dice que su especialidad eran los primeros cursos de primaria, aunque admite que también enseñó religión, química, matemáticas, estudios sociales y en secundaria.
Rápidamente, le viene también a la memoria su trabajo con niños con discapacidad, para lo que tuvo que aprender el lenguaje de señas. Justamente esta actividad fue la que la llevó a cambiar de ambiente y de lugar de trabajo. Gracias a una propuesta del padre Miguel Donague, ella llegó a Yacuiba. Hasta allá se fue con su pequeño hijo.

El aviso
“Tras un año de trabajo en Yacuiba, Giovanna empezó a notar algunas alteraciones en su axila derecha. “Yo pensé que era algo pasajero, no le di mucha importancia, y entre broma y broma decía ‘yo tengo una bolita que me sube y me baja’, y nadie me daba importancia”, relata.
Así pasó el tiempo hasta que una vacación de verano, hace casi cuatro años atrás, ella se fue con sus hijas al río y ahí su hija mayor le observó el problema en la axila y le pidió que vaya a hacerse revisar con el doctor.
“Cuando fui al médico éste me transfirió al internista, el internista al cirujano, el cirujano me dijo que vuelva al internista y de ahí me mandaron al ginecólogo. Éste me dijo que no era para él, que me pedirían estudios, mamografías, ecografías, y de ahí me transfirieron a oncología”, relata.
Así, entre idas y venidas, como terminaba su vacación, volvió a Yacuiba porque tenía que retornar a su colegio. Ya en el Chaco visitó al médico general y éste le recomendó que se vaya para Santa Cruz porque en Tarija la realidad de la atención a este tipo de problemas era muy pobre.
Antes de eso, fue finalmente transferida al oncólogo en Tarija, que ordenó una biopsia que le detectó “fibromioalgía”. Esto no le decía mucho, por lo que con este resultado decidió visitar a los especialistas en Santa Cruz y allá le dijeron que esa patología no existía, razón por la cual le realizaron otros exámenes que determinaron que lo que ella tenía era un Carcinoma Ductal Mmamario, es decir, cáncer de mama.
“Cuando les pregunté que es un carcinoma, me dijeron que tengo un cáncer B2, que significa que estaba a un paso de entrar a la etapa final, que es cuando ya no hay remedio”, relata.
La noticia le pegó duro a ella y a su padre, quien era la única persona que le acompañaba y conocía en Santa Cruz. Giovanna no quiso asustar a su familia y decidió sumar en esta etapa inicial de la batalla al papá de su segundo hijo.
“Yo todavía no avisé a mi familia porque tenía un niño en Yacuiba, debía organizarme en mi hogar y lo mismo en el magisterio, conseguir un reemplazo y pagarlo”, añade.
Así, después de casi medio año de andar en busca de un diagnóstico al problema de su axila, fue finalmente en Santa Cruz donde conoció su verdadera situación. Sin avisar a su madre, hijas y a su familia, Giovana empezó el camino de las quimioterapias
Las quimioterapias
“La primer quimioterapia me dejó 11 días en una silla de ruedas y usando pañales, porque la reacción fue muy fuerte. Creo que mi cuerpo no estaba preparado para todo eso, porque yo vomitaba y por la fuerza de mi vómito, defecaba. A eso no podía sostenerme de pie, parecía de goma”, recuerda.
Así es como Giovanna describe a su primer contacto con las quimios, pero lo que no pudo entender, fue cómo después de casi dos semanas de una dolorosa recuperación de su primera quimioterapia, le dijeron que ya debía venir la segunda. “Cuando me dicen eso, yo pensé que de esta ya no salgo”, dice al recordar que en todo este proceso, su padre fue su único apoyo a su lado.
“Después de la primera quimioterapia le pedí a Dios que me preste más vida para que yo pueda hacer todo lo que no hice en mi vida. Yo me decía, dejé a mis hijas, a mi hijito, mis hijas con sus bebecitos, quería estar viva para poderlos ver crecer, abrazar y hacer tantas cosas que uno se arrepiente de no haberlas hecho en vida”, refiere.
Cuenta que aguantó cinco quimioterapias sin avisar nada de su enfermedad a su madre, hijas y/o familia, pero tuvo que hacerlo porque ya era mucho lo que había soportado. Necesitaba apoyo.
Explica que la quimioterapia es un tratamiento muy costoso que a ella le significaban entre 9 y 11 mil bolivianos, por lo que como no tenía mucho dinero y tuvo una mala experiencia en la atención en Tarija, se afilió al hospital oncológico de Santa Cruz, y con ello, tuvo acceso a las damas voluntarias que trabajan con enfermedades crónicas en ese departamento.
“Ellas no te regalan los medicamentos, pero sí te ayudan mucho, como que un medicamente que vale 2.000 bolivianos, te lo dan a Bs 300. Hubo una vez que necesitaba Bs 8.000 y solo tenía Bs. 300. Entonces toqué la puerta y le dije, señora Dora Luz no tengo más que 300 y ella me dijo, déjelo yo sé que algún día vas a volver y dejarás más”, recuerda.
Durante todo ese tiempo, ella tuvo que arreglárselas junto a su padre y al papá de su segundo hijo. Iba una o dos semanas a pasar clases a su colegio en Yacuiba y debía volver a sus tratamientos en el oriente.
Así, entre los gastos para la quimioterapia, los pasajes para movilizarse entre Yacuiba y Santa Cruz, el pagar a su reemplazo en el colegio y dejar algo de dinero para el cuidado de su hijo menor, que se quedó a cargo de una de sus hijas, ella prácticamente se quedaba sin recursos.
Consultada sobre cómo hizo para afrontar esta situación económica, asegura que Dios provee. “Una vez le dieron a mi padre una receta muy cara y yo estaba en la cama. Me mira y me hace un gesto como diciendo ¿ahora qué hacemos?, mientras que yo lo miraba y no podía hacer nada. Entonces mi padre salió de la sala donde yo estaba, se sentó debajo de las gradas y miraba la receta pensando, hasta que se le acercó un señor totalmente desconocido y le entregó un sobre que tenía una cantidad de dinero mayor a la que necesitábamos ese rato”, relata.
De esa manera ella recibió algo de ayuda en ese momento, pero después fue tocando los corazones de muchos y de su familia, pues se organizaron peñas y kermesse a su nombre para ayudarle económicamente.

Estado actual
Con la ayuda de sus seres queridos y el apoyo económico de la gente, las fuerzas retornaron a Giovanna y de esa manera ella pudo aguantar nueve quimioterapias primero, una cirugía después, dos nuevas quimioterapias y 19 radioterapias.
En abril de este año, en un nuevo chequeo que se hizo en Santa Cruz, encontraron en Giovanna pólipos gástricos, algo así como pequeños tumores formados en su intestino. Esto consecuencia de los medicamentos tomados y del mismo cáncer.
Actualmente ella toma siete pastillas al día, desde aquella que le controla la presión hasta la que evita ansiedad, estrés, sirve para dormir y la hormonoterapia. Este tratamiento cuesta algo de 120 bolivianos por día, y si bien varios de estos medicamentos cubren la caja, hay muchos que no.

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